sábado, 4 de junio de 2011

Un tribunal judío condena a un perro a ser lapidado













En paralelo a los tribunales civiles de justicia, en Israel funcionan los Tribunales Rabínicos a los que se someten voluntariamente los más ortodoxos (rectos dogmáticos) del judaísmo. Pues bien, uno de esos doctos y rectos tribunales ha condenado a un perro a la muerte mediante lapidación (un detalle práctico muy fisno). El delito del chucho ha sido dejarse poseer por un abogado maldito. La buena noticia es que el perro logró escapar antes de que lo mataran a pedradas.

Hasta aquí los hechos. Ahora los valores:

Ya lo decía el filósofo: Huye de las personas de un solo libro, que tienen más peligro que una piraña en un bidé (lo último no lo dijo el filósofo). Todos los fundamentalistas se parecen, todos tienen perjudicada la capacidad de pensar con un mínimo de racionalidad. Y esto no solo les pasa a los ultrateofilos, también les ocurre algo parecido a los ultrafurorguerreros. Los mandos militares (al menos cuando me tocó hacer mi putamili) también eran muy proclives a castigar con arresto cuartelario a animales y cosas (por ejemplo mulos o garitas de hacer guardia o pistolas...)

En fin, se empieza creyendo en la reencarnación y se acaba lapidando a perros...

3 comentarios:

MariaJU dijo...

me alegra saber q el perro escapó de las garras de esa panda de criminales. y lo de la "piraña enel bidé2 me suena a Chiquito de la Calzada, jejejeje

azotacuras dijo...

Yo tambien me alegro por el perro, pero no canteis victoria demasido pronto, que como aparezca por estas latitudes, con los tribunales que tenemos, lo extraditan a Israel al pobre perro y de paso lo acusan de ser amigo de Wili Toledo y formar parte de alguna flotilla de traficantes de armas con destino a Gaza.

Albino dijo...

Mi dormitorio da a un patio interior. Allí habita un can cuyo dueño está poseido por Rajoy. A las 7 de la mañana lo sacan a la terraza y el chucho se pone a ladrar. En el día a día no me molesta, pues es a la hora que me levanto, pero los domingos..., como no soy partidario de gritar por los patios: ¡joputa!, ¡rajoy!; echo de menos la posibilidad de bajar y darle una colleja al dueño.
Aclaración innecesaria: me gustan loa animales, en el pueblo tuve perros y una gata.